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Tuesday, March 18, 2008

Argentinos contra Obama: la "izquierda" argentina vota por Bush/McCain

Una de las curiosidades de la confusión intelectual y política del "progresismo" argentino y de muchos otros países de América Latina es su apoyo por los candidatos más reaccionarios y violentos del partido Republicano de Estados Unidos.

Nadie sintetizó tan bien este curioso idilio como el inefable Bernardo Neudstadt cuando reunió a Bush I con Menem.

Tanto los comunistas y trostkistas matriculados que viven de los piquetes callejeros en el centro de Buenos Aires o el zócalo de Ciudad de México pidiendo la despenalización de la droga, el aborto, la legalización de las FARC, el levantamiento del bloqueo a Cuba, el cierre de Guantánamo, la separación de la Iglesia y el Estado y la condena a las invasiones de Vietnam a Iraq coinciden en una cosa: rezar por que haya un Republicano "de derechas" en la Casa Blanca por otros 8 años.

La lógica de este disparate proviene de la tortuosa dialéctica inventada por Marx para justificar sus caprichos y vendettas políticas y aplicada por sus seguidores leninistas y maoístas para el mismo propósito.

Así fue como el PC argentino apoyó a Galtieri en Malvinas a cambio de que Argentina rompiese el bloqueo de exportaciones a Moscú. De ese modo se concibió el Pacto Ribbentrop-Molotov de 1936 y los subsiguientes apoyos y abrazos de Fidel Castro con el general Galtieri en la OEA.

En los años 60 y 70, el entonces infalible Presidente Mao quien acuñó un aforismo para justificar el rezar por el demonio: "cuanto mejor, peor", apoyado por el kamikazismo polïtico del Che y Castro. La teoría era apoyar el autoenvenenamiento y autodestrucción del capitalismo. La idea no era del todo mala si consideramos la popularidad que Bush ha otorgado a lunáticos como Bin Laden o los diversos mullahs que hoy cuentan con el apoyo de la izquierda atea de nuestro continente.

Pero la vertiente más peligrosa procede del clásico oportunismo de los partidos populistas y corruptos así como de los dictadores militares nacionalistas de América Latina, de los que vive en peligrosa relación simbiótica la izquierda stalinista tras la brusca orfandad en que la dejaron la URSS y China al abrazar el capitalismo salvaje.

Esta vertiente sostiene que hay que apoyar a los candidatos más reaccionarios del Partido Republicano pues ellos negocian y toleran la corrupción local y la dejan prosperar, mientras que demócratas más puritanos como Carter o más progresistas como los Clinton y Obama suelen crear problemas al investigar violaciones a los Derechos Humanos, comunicarse con los partidos opositores y -más peligrosamente- estropear "buenos negocios" con su hostilidad al lavado de dinero y la ruleta financiera.

La premisa de fondo de este razonamiento oportunista es que América Latina no puede progresar sin corrupción, narcotráfico y opresión de las minorías, y que estas "cualidades" políticas son promovidas por el GOP americano.

Otra premisa igualmente atractiva y falsa es que la prosperidad americana se nutre de la miseria latinoamericana. La "evidencia" proporcionada para ello es que el "boom" de los noventa con los demócratas fue paralelo a la recesión y quiebra de los países más grandes de América Latina.

El "razonamiento" se compone asi: Alfonsín y Menem prosperaron con Reagan y Bush en la Casa Blanca mientras que Menem II y sus sucesores entraron en crisis con Clinton. Y para completar la "culpa por asociación", la Argentina de Kirchner se comenzó a levantar de la crisis cuando Bush comenzó a destrozar el superavit heredado.

El único problema con este argumento es que es una clásica falacia lógica: la asociación no es causa, sino coincidencia. Está en el mismo nivel de certeza que la pata de conejo, la sal sobre el hombro izquierdo, el vuelo de las aves y el horóscopo del diario.

Por ese mismo conducto, Kirchner pretende asumir que la recuperación económica se debe a él y no al precio de la soja y la quiebra inevitable que pemitió el "pagadiós" y la devaluación que redujo los salarios de los trabajadores argentinos en un 70% sin protesta.

Usando el mismo argumento, Hillary Clinton ha tratado de convencer a los americanos que la prosperidad de los 90 se debió al gobierno de su marido y no a Microsoft, Google y la globalización y tercerización en China e India producida por la actividad privada.

Los votantes americanos no compran el argumento de "asociación" de Hillary tanto como los argentinos compraron el de Cristina. Los votos por Obama muestran que -además de tener mejores candidatos-, los demócratas americanos tienen expectativas más altas que los resignados peronistas y radicales.

Mientras nuestros países tratan de ilusionarse con imaginar que la crisis americana no los tocará -olvidando la caída de 2001 tras el tequila de 1994 y la caiprinha de 1998, para no hablar de la crisis del 30-, los americanos y europeos tratan simplemente de evitar las crisis propias y ajenas.

Asi nos va-

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